domingo, 21 de febrero de 2016

EFECTOS SECUNDARIOS


  Ireneo Ripalda siempre fue una persona dispuesta y servicial. La que más. Nunca dejó de atender a cualquier vecino que le necesitara, y jamás recibió por ello algo más que un «gracias»; ya fuera por formatear un disco duro o por redactar un recurso; por montar una estantería sueca o por cortarle el pelo al niño. Tampoco le importaba acompañar a cualquiera a la consulta del ambulatorio o poner los farolillos de la plaza para las fiestas. Quizás por eso se le echó tanto de menos cuando murió. Aunque también hay que decir que el empleo tuvo un significativo repunte.



(Relato finalista en Wonderland, de Radio 4).

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