Lisardo era un tipo
avispado. Cuando, por la crisis, se quedó sin trabajo como instalador de
paneles solares, decidió trabajar por cuenta propia. Lo hacía por las noches,
desmontando lo que, hacía semanas o meses, había montado a la luz del día.
Después otros lo llevaban a Marruecos donde decían que tenía buena venta.
La Interpol localizó en la
afueras de Tánger los quinientos paneles desaparecidos de una finca de Córdoba.
A Lisardo le cayeron tres años de cárcel.
Mediante una compensación
económica, el propietario andaluz y el marroquí, convinieron no mover los
paneles. Desde prisión, Lisardo reclamó al primero los honorarios por la
desinstalación a precio de hora nocturna y, ¡cómo no!, con el veintiuno por
cien de IVA.
(Relato presentado al II Certamen CFE. Tema: Medio Ambiente).