Javito pasa con su bicicleta entre los olivares,
zigzagueando con esfuerzo el empinado camino que lleva hasta la era. Allí, en
lo más alto del pueblo, recoge flores para Paloma, la niña pequeña de Nicolás,
el aparcero de aquellas tierras. La misma con que, tras años de arduo cortejo,
sueña en convertir en su esposa cuando tengan edad. Nada será fácil en la vida
de Javito.
Suspira. Un espléndido panorama se divisa a la luz de la
aurora: torres y molinos salpican las verdes llanuras. En la lejanía, el mar y un
cerro nevado. Ahí abajo, entre rosas y begonias, emerge, blanca, la casa de
Paloma.
De repente observa que delante se detiene un Mercedes con
chófer y desciende su rival: Sotirios, el apuesto y moreno hijo del dueño y
señor de todas las tierras de la comarca, llevando un hermoso ramillete de
orquídeas amarillas.
“¡Mala puñalá le den!”, masculla Javito. Enfurecido se
lanza cuesta abajo con la bici con la intención de sacudirle bien la badana. La
ira nubla sus ojos. Desciende rápidamente, pero tropieza con una piedra. Tres
vueltas en el aire le proyectan directamente sobre la capota del Mercedes.
Al abrir los ojos, en el blanco aséptico, un hermoso
ramillete de orquídeas amarillas se burla de él.
(Relato escrito a seis manos y tres
teclados con dos excelentes escritoras, Nicoleta Ionescu y Sara Lew, para el
concurso de ENTC, Relatos del Millón).
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