Ansaldo era un hombre serio
y de pocas palabras. Al caer la tarde de aquel día de verano, en la década de
los cincuenta, sólo dijo que iba a comprar tabaco. No volvieron a saber de él.
Doña Angustias, viuda de militar y estanquera, confirmó que había comprado un
paquete de Bisonte pero no sabía si al salir había tomado dirección a su casa o
camino de Cerroscuro. Los hijos recorrieron los pueblos de alrededor en su
busca llegando hasta la capital. Nada.
Veinte años después, la
víspera de Nochebuena, a la hora de comer, se presentó Ansaldo en casa; entró y
se sentó a la cabecera de la mesa, donde antaño solía. La sorpresa atenazó
cualquier reacción de su familia. Le sirvieron el cocido, le acercaron el pan y
le pusieron el vino con gaseosa que acostumbraba tomar. Sólo sus nietos se
atrevieron a preguntar por aquel señor a quien no conocían, recibiendo por
respuesta un "tucomeicalla".
Semanas después fue
Hilario, el hijo mayor, quien mientras podaban los almendros y como el que no
quiere la cosa, le preguntó cómo había sido lo de su regreso.
— Olvidé el mechero,
respondió Ansaldo.
Nunca más se volvió a hablar del asunto.
(Relato presentado al Certamen de Esta Noche Te Cuento de Diciembre. Tema: ... apareció por Navidad)
(Relato presentado al Certamen de Esta Noche Te Cuento de Diciembre. Tema: ... apareció por Navidad)
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