viernes, 13 de noviembre de 2015

ABURRIMIENTO IMPERIAL

    La noticia corrió, como pluma que lleva el vendaval, de uno a otro confín. De boca en boca, a lomos de cabalgadura, llevaba consigo la honda preocupación y el inmarcesible desasosiego, cuando no la pesarosa pesadumbre. El Emperador estaba aburrido. Plegarias, votos y ofrendas se elevaron desde pagodas y templos rogando a los antepasados por el fin de tan desdichada amenaza. Los Mandarines enviaron a sus mejores curanderos, sabios y estudiosos a la Ciudad Prohibida portando pócimas o conjuros maravillosos contra el tedio imperial. Cualquier fórmula debía ser probada. Los súbditos ya no disponían de ánimo para otra Gran Muralla.



(Relato finalista en el Concurso Wonderland de Radio 4).

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