La progresión de su enfermedad no le hizo a Lázaro perder nunca su fe en una larga vida. Sin embargo, el corazón le dejó de latir, su boca quedó sin aliento y el cuerpo se enfrió. Tras dejarlo en su sepultura, a alguien le pareció escuchar su voz pidiendo una segunda opinión.
(Relato presentado al concurso Relatos con Banda Sonora, de la SER).
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