Su decisión empezó a
comentarse rápidamente por el comedor.
-Déjala que sea pájaro,
otras lo fueron antes, dijo la de pelo canoso de edad indescifrable.
-Sí, pero ya sabes cómo
acabaron, contestó la del tatuaje en el cuello.
-Bueno, cuando no quedan
otros caminos no es mala opción echar a volar, comentó la sudamericana.
Por la tarde ella se
encaramó a la azotea trepando por una cañería de desagüe. Abajo, en el patio,
las reclusas, alborozadas, le gritaban "pío pío, pío pío". Ella no
oía nada, su mirada ausente pareció fijarse en un punto del horizonte.
Entonces
abrió las alas.
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ResponderEliminarOjalá haya llegado muy lejos, chulo el relato Rafa.
ResponderEliminarAbrazos
ja,ja,ja. Sí Manuel, son retales de ReC liberados de la restricción de la frase inicial y reciclados. Van bien para momentos de sequía, que no siempre es tiempo de cosecha.
EliminarUn abrazo.
Un vuelo definitivo que hasta entiendo en determinadas situaciones. Me ha gustado mucho como lo cuentas. Saludos
ResponderEliminarGracias Juana. Es el vuelo de la desesperación.
EliminarSaludos.
¿Conoces la canción de Alberto Cortez?
ResponderEliminarQuiso volar igual que las gaviotas, libre en el aire, por el aire libre
y los demás dijeron pobre idiota, no sabe que volar es imposible...
Estupendo relato aunque sean recortes.
Reciclar es lo que toca.
Un abrazo.
Sí, y la obra en que está inspirada Juan Salvador Gaviota, todo un clásico.
EliminarHay que reciclar. Me da pena que se queden en el cajón.
Otro abrazo para Virtudes.