viernes, 9 de junio de 2023

IN MEMORIAM

Al poco del naufragio, Robinson Crusoe construyó con los restos del barco y materiales de la isla un cobijo espacioso y cómodo. Tampoco tardó demasiado en descubrir los mejores lugares para la pesca, la caza o la recolección de frutos y vegetales silvestres. Así logró comer todos los días a la carta, pues no faltaban en su dieta pescados, crustáceos, pechugas de ave, lomos de roedor, piñas, cocos y guisantes. Tan organizado tenía el aprovisionamiento que podía permitirse todos los días un baño relajante en aguas impolutas o tomar el sol en una hamaca bajo las palmeras. Sintiéndose el amo del mundo, tomó la decisión de que si apareciera un navío a rescatarle se ocultaría para no ser visto.

Pero todo empezó a torcerse cuando llegó un malhadado Viernes, aunque era martes, a compartir su paraíso. Se trataba de un morenito con apariencia de cantante de boleros pero que no tenía más ritmo que el pumba pumba que extraía dando golpes, siempre en horas inoportunas, a un tronco hueco. Pronto empezaron las desavenencias, que si «tú racista mucho», que si «solomillo mucho hecho», que si «roncas noche toda»…

Tiempo después, por respeto, los viernes no utilizaba sus restos como carnada.




(Relato presentado al concurso del blog Esta Noche Te Cuento. Tema: El hombre solitario es un Dios o una bestia).

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