
Al levantarse la alerta sanitaria decidimos resarcirnos tomándonos vacaciones y yéndonos de viaje. Renunciamos a visitar lugares de costa para evitar masificaciones; también destinos culturales por el mismo motivo. Finalmente, optamos por alquilar una cabaña solitaria en un lugar perdido de la sierra, nos pertrechamos bien de víveres, música y lectura y nos dispusimos a disfrutar de quince días de ensueño.
Al despertarnos hacíamos el amor, luego desayunábamos y repetíamos. Practicábamos algo de senderismo por los alrededores y sexo de nuevo al regresar. Al terminar de comer, y antes de la siesta, nos amábamos con pasión. Después también. Por la tarde escuchábamos música, follábamos, leíamos un rato y volvíamos al fornique. Después de cenar a la cama y más cópulas antes de dormir. Así se nos pasó la quincena, en un abrir y cerrar de orgasmos.
Al volver a nuestra ciudad encontramos los accesos bloqueados por la policía, impidiendo toda entrada y salida. Nos informaron de que por recientes rebrotes se había decretado un nuevo y estricto confinamiento. Tras arduas conversaciones, convencimos a los agentes de que desconocíamos la situación y de que no disponíamos de alternativa de alojamiento. Nos permitieron el acceso no sin antes advertimos de que el encierro no sería inferior a cuarenta días. Recibimos la noticia como una prórroga extra a nuestras vacaciones. Los alimentos los pediríamos por Internet y renovada música y lectura no nos faltaría para cuando no estuviéramos teletrabajando. Antes de llegar a casa paré en una farmacia para provisionarme de píldoras azules.
#Historiasdeviajes
(Relato presentado al concurso de Zenda sobre historias de viajes).