Como se habían suspendido las clases en la universidad, Álvaro se inscribió al grupo de voluntarios que, promovido por el ayuntamiento, atendería con pequeños servicios a las personas mayores que, por constituir población de riesgo, eran conminadas a no moverse del domicilio. Al día siguiente, un policía local le llevó a casa la acreditación, unas mascarillas, unos guantes de látex y unas sencillas instrucciones a seguir en su relación con los usuarios. Cada mañana, Álvaro miraba su correo y atendía los dos o tres avisos que tenía. Habitualmente se trataba de recogida de medicinas en farmacias o compra de alimentos en supermercados. La tarea consistía en acudir al domicilio reseñado, recoger dinero y recetas o listas de productos y realizar el encargo.
El vigesimotercer día de servicio resultó especial para Álvaro. Al ver la lista de usuarios a atender, se quitó el chándal y las deportivas habituales y se vistió con la camisa nueva, los vaqueros sin agujeros y los zapatos para eventos. Incluso se puso unas gotas del perfume que nunca usaba. Cuando llegó al domicilio ya le estaban esperando en el balcón del segundo piso. Se intercambió besos a distancia con sus abuelos antes de que, con un cordel, dejaran descender una cesta con los detalles del recado. Álvaro, con los ojos humedecidos, marchó rápido a realizarlo, con la emoción y la alegría de que, a la vuelta, volvería a verlos.
#NuestrosHéroes
(Relato presentado al concurso Zenda con el tema Nuestros Héroes).
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