Mientras chirrían tus arrugadas costuras de bronce al descender encolerizado del monolito de piedra, decides airado marcharte a Italia a visitar a la familia. Es cierto que no muy lejos de aquí, en las Ramblas, media docena de hombres estatua, imitando burdamente tu vestimenta y pose, se hacen con una buena recaudación sin aguantar apenas veinte minutos apuntando con el índice a las Américas.
POR DISCRECIÓN
Mientras chirrían tus arrugadas costuras de bronce, crujen tus discretas bisagras de latón y tiemblan tus lustrosos remaches de acero, podrías disimular, querido Frankenstein, haciendo sonar una pandereta con algo de gracia y salero.
(Relatos presentados a Relatos en Cadena, de la SER. Frase de inicio obligada: Mientras chirrían tus arrugadas costuras de bronce).
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