No se recordaban en Sotomonte semejantes festejos en honor de la Patrona. Llegaron gentes de muchas partes, todos con raíces, o parte de ellas, en el pueblo. Salvo la doctora Molina que, aun no coincidiendo con el día de consulta quincenal, tampoco se lo quiso perder. Tomasa, algo sorda, preguntó que cómo era lo de aquel gentío, alguien le respondió que por las redes sociales, pero siguió sin entenderlo. En la romería a la ermita, Cristian, un joven venido de Andalucía que se ocupó de las bombillas, farolillos y banderitas de la plaza, se enamoró de Malena, también nieta de otro lugareño, que había llegado desde Alemania con su grupo de música para amenizar la verbena. Ya no se separaron durante los tres días. Incluso prometieron volver para casarse en aquella ermita. Paulino y Honorio, los más ancianos, no recordaban la última vez que Cupido había estado por allí. Los pasacalles, las tracas, la misa solemne por la Virgen, que hasta vino el señor cura desde la capital a celebrarla, y la tómbola hicieron de aquellas fiestas las de más esplendor de la historia. Cuando todos se marcharon, los diecisiete sotomonteños tuvieron tema de conversación por mucho tiempo.
(Relato presentado en el concurso del blog Esta noche Te Cuento. Tema: Alegría y Felicidad).
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