Igual que el gato de la suerte, así lo trataba. Durante las batallas, iba oculto en su bicornio de Almirante, con forma de tobogán, a resguardo de posibles miradas que le transmitieran el mal de ojo; Sin embargo, en recepciones y eventos de salón, lo llevaba bajo el chaleco, agarrado por el cuello con su mano derecha.
SEMEJANZAS
Igual que el gato aquel, el pitufo viudo también estaba triste y azul.
HIPOCONDRÍAS
Igual que el gato hidráulico no maúlla y la baca del coche no muge –ni aunque vaya muy cargada–, sus trompas de Falopio, señorita –le dijo un circunspecto doctor–, ni suenan ni sonarán, por más que estuviera el susodicho Falopio por ahí dentro soplando.
DIOS LOS CRÍA
Igual que el gato fue descartado por inquieto, la vaca lo fue por indolente. El loro por parlanchín, el pavo real por vanidoso, el lémur por timorato y el ornitorrinco por impronunciable. El avezado mosquito, encaramado a una cuaderna de estribor del sollado de popa, mientras lustra sus patas, sigue valorando opciones de incordio cuando descubre enfrente a la imperturbable mosquita que Noé le eligió por pareja. Es entonces cuando decide atender la llamada de la sangre.
(Relatos presentados al concurso Relatos en Cadena, de la SER. Frase de inicio obligada: Igual que el gato).
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