Solía ocurrir en Meleira do Paso. Si alguien comía muchos grelos le cambiaba el nombre casi sin darse cuenta. A Santiaguiño Seoane, a los tres meses de estar digiriéndolos a diario, todo el pueblo, a la vez y sin haberse puesto previamente de acuerdo, empezó a llamarlo Xoan. Salvo el alguacil, que siguió nombrándolo por Esquilo. Pero eso fue por la escarlatina que pasó de niño. Cuando salió de la convalecencia le dio por poner nombres griegos a todos los conocidos. Incluso al párroco, don Aristóbulos, le llamaba Eurípides, vaya usted a saber por qué.
Cuando el pedáneo convocaba concejo, la treintena de vecinos se reunía bajo el hórreo grande. En la última reunión tuvo lugar el sorteo anual de las tierras de pastos y a Xoan le tocó las de monte bajo, las mejores. Ahí vino el lío, porque había otro Xoan. El del atracón de grelos de hace tres primaveras.
#historiasrurales
(Relato presentado al concurso Zenda sobre #historiasrurales).
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