Ante la orden de la madama, Irina y Yessi se aprestan a atender con esmero al caballero. Ni chicas ni clientes recuerdan que nadie hubiera sido exonerado nunca de pagar consumiciones o servicios en el Xanadu’s Club. Algunos de los habituales parroquianos, que también lo son de la iglesia del pueblo, pagan con premura sus copas y, amparados por contraluces y neones, abandonan discretamente el local. Reconocieron en don Ramón al sacerdote de la parroquia, aquel a quien todos llaman Padre, aunque solo la madama con conocimiento de causa.
(Relato finalista en el concurso Wonderland, de Radio4).
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