Ireneo Ripalda ocupaba el puesto H10 en una gran sala diáfana, de paredes desnudas, con un centenar de mesas perfectamente alineadas con orientación norte. En cada una de ellas, una pantalla, un teclado y un teléfono. Ireneo había intentado infructuosamente que la dirección realizara cambios en la distribución o introdujera algún elemento decorativo. Pero aquel día, Ripalda tuvo una gran idea y decidió llevarla a cabo. En un santiamén, giró su mesa ciento ochenta grados y se situó en sentido contrario al de todos sus compañeros. Se sintió feliz durante quince minutos. El tiempo que tardó el resto en imitarle.
(Relato ganador semanal en el concurso Wonderland, de Radio4).
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