Noté a Burt algo tenso, nervioso e irascible. Era previsible, llevábamos ya setenta días, los dos solos, en aquel estrecho lugar. Turnándonos para trabajar, alimentarnos y descansar. Demasiada monotonía, demasiada soledad.
—Anda, Burt, sal a dar una vuelta y que te dé un poco el aire, yo me hago cargo de todo— le dije sin opción a réplica.
Aliviado, siguió mi consejo y salió. Pasadas diez horas empecé a preocuparme porque no había vuelto. Me asomé por si lo veía. Nada. Después de un día entero, sin noticias de Burt, y cerca ya de Ganímedes, tuve que realizar la llamada que nunca hubiera querido hacer:
—Houston, tenemos un problema.
(Relato finalista en el concurso DoReMicros de Me Suenan Tus Letras).
No hay comentarios:
Publicar un comentario