Érase una vez, un relato que quería ser admitido en los muy exclusivos Jardines de los Cuentos Nocturnos. Al llegar a su entrada, vio clavado en un roble un Edicto que rezaba «No se admite el acceso a historias que no lleven entre sus líneas alusión alguna al color de estas letras en molde». Sin arredrarse, nuestro personaje se adentró en el recinto siendo matriculado con el número 60. Pronto concitó la mirada de otros cuentos que buscaban descubrir, entre sus párrafos, indicios de la tonalidad prescrita y que no lograban encontrar ni siquiera en las cintas marcapáginas –una verde y la otra amarilla–. La curiosidad insatisfecha da paso a susurros de malestar, luego a murmullos de desaprobación y más tarde a voces de indignación que reclaman la intervención del cuerpo de alguaciles para expulsar al causante de tan incívico y oprobioso comportamiento. Sin embargo, nuestro cuento 60 deambula feliz y sereno por los parterres, seguro y confiado de portar entre sus postreros vocablos el susonodicho color que nadie ha visto todavía. ¡Vaya si lo porta! Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
(Relato presentado al concurso del blog Esta Noche Te Cuento. Tema de la convocatoria: el color rojo).
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