El siglo XVI agoniza en Toledo. Es otoño y la noche anticipa su cita. Las gentes se recogen en derredor de la lumbre del hogar a orar o a cuchichear historias antes de ceder al sueño. Mientras, las sombras y penumbras se enseñorean de las calles de la ciudad. Sin embargo, los defensores de la fe no reposan. En cada esquina, en cada patio, en cada corral, los ojos y oídos de los servidores del Santo Oficio velan el descanso al acecho de los enemigos de Cristo. Observan, escuchan, preguntan, indagan…; las huestes del maligno nunca descansan y su misión es descubrirlas, acosarlas y extirparlas.
Con las primeras luces del día un nuevo reo, acusado de prácticas de brujería, es llevado a las mazmorras del monasterio. Por comentarios de algún vecino o trashumante, parece significarse su relación con el diablo. Durante los siguientes diez días es sometido a todo tipo de torturas que soporta sin admitir las acusaciones, pero falta la prueba definitiva. En una gran caldera ya hierve el agua. La Inquisición tiene por dogma que solo los inocentes fallecen escaldados ante esta prueba y logran, así, el derecho a ser enterrados en sagrado. Sin embargo, se sabe que los brujos son inmunes a este castigo, lo que demostraría su culpabilidad y conllevaría una condena cierta a la hoguera, ante cuyo fuego purificador ninguna vida puede sustraerse.
Nadie sabe que la piel del procesado, desde niño, adquirió una extraña cualidad que le permite soportar temperaturas extremas.
Pero bueno, no es por brujo por lo que Neoprenus pasará a la historia.
(Relato clasificado en tercer lugar en el concurso de Me suenan tus letras. Tema #ElmiedoComoControlSocial).
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