Su valor y fervor cristiano prevalecieron sobre los celos que le suscitaban su joven y bella esposa, doña Jimena de Astorga, y don Nuño Ruiméndez, Barón de Olaya, marchó a guerrear por Tierra Santa para defender la fe y recuperar los lugares sagrados. En su palacio quedó doña Jimena al cuidado de las haciendas y sin desatender sus oraciones y otros asuntos perentorios.
Ya de regreso, tres años después, tras el ansiado abrazo y las efusivas muestras de cariño, procedía deshacer el equipaje y, sobre todo, localizar entre alforjas y arcones, la preciada llave garantía de su honra y honor.
Después de más de dos horas de búsqueda infructuosa, doña Jimena, hastiada y aburrida por tan larga espera, propuso a su esposo, con virginal sonrisa, probar con una de las horquillas de su peinado. Con una sola mano y gran habilidad y destreza, consiguió el «click» avisador de la liberación del tosco cinturón.
Por fin la pareja pudo folgar con pasión, exhibiendo doña Jimena habilidades amatorias que don Nuño no alcanzaba a recordar. Cuando, exhausto, el Barón de Olaya trataba de recuperar el aliento, pensó que tal vez no mereció la pena haber viajado tan lejos a buscar infieles.
(Relato presentado al concurso del blog Esta Noche Te Cuento. Tema: la envidia y los celos).
No hay comentarios:
Publicar un comentario