Disfruto de la jubilación bajo una hoja de lechuga. Entre «cri cri» y «cri cri» recuerdo mi pasado laboral. En aquel entonces era un tipo elegante. Portaba siempre paraguas y vestía con sombrero alto, chaqué y pajarita sujeta al cuello de la camisa con un imperdible. Ejercía de Asesor Moral de Adolescentes y me asignaron a un chavalito italiano, un poco tronco, con propensión a alargar un apéndice (no el que suele ir oculto con cambios solo temporales de aumento). Yo le aconsejaba que no se fuera por las ramas, que evitara echar raíces y huyera de amigos con chispa, pero sobre todo que nunca jugara con fuego. Le tomé aprecio al muchacho y le auguré un futuro de cuento, y vaya si acerté. Pronto me di cuenta de que el chico tenía madera. Fue al observar que al rascarse la cabeza, algo de serrín le quedaba entre las uñas.
(Relato presentado a la primera ronda del concurso Monstruoscopio, del blog Esta Noche Te Cuento. Tema: personaje de Pepito Grillo. Palabra obligada: imperdible).
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