Al cabo Rufino Zarzalejo, adscrito a la unidad de Atestados, le gustaba conocer el porqué de las cosas. Por eso, no le convencían las estadísticas que siempre apuntaban a «despistes de los conductores» el ochenta por cien de los accidentes. Sí, despistes, pero ¿por qué?, se preguntaba Rufino. Decidido a dar con la causa de tan alta siniestralidad empezó a anotar cuantos datos, por insignificantes que parecieran, observaba en cuantos servicios intervenía. Varios meses después, una coincidencia se repetía en las cuatro quintas partes de accidentes: el conductor tenía una bolita diminuta y pegajosa entre el índice y el pulgar.
(Relato finalista en el concurso Wonderland, de Radio 4).
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