A cualquier observador desprevenido le parecerá cuanto menos extraño. Pero así es, de lunes a sábado, a eso de las 9 de la mañana, se repite indefectiblemente el mismo fenómeno. En el número 14 de la calle Torquemada, los inquilinos que salen del inmueble –un edificio de viviendas y oficinas– recorren el tramo desde el ascensor hasta el portal con pasos que recuerdan cualquier escena de El cascanueces, El lago de los cisnes o Giselle, pues no faltan pliés, fouettes ni arabesques. Figuras muy meritorias, además, cuando el vecino en cuestión lleva un portafolios o un carrito de la compra entre sus manos. Afuera, en semicírculo sobre la acera, se va agrupando ante la puerta un expectante gentío que no puede reprimir gestos de admiración, cuando no una sincera ovación, y que solo al comprobar que doña Patro recoge cubo y fregona, porque considera que el suelo ya está seco, se atreve a traspasar el umbral tras ella.
(Relato ganador en la II Edición del concurso Cuentos del Agua. Tema: danza).
Aplausos. Muchos.
ResponderEliminarCon los que tú has recibido debes tener para repartir.
EliminarGracias, guapísima.
Un beso.