viernes, 15 de abril de 2022

PLAÑIDERAS DE LEYENDA

Samira Nadim se inició en el lloro a edad muy temprana. Quizá fue con una furtiva lágrima. Lo hacía siempre con sentimiento. Tanto que quienes estaban cerca no podían evitar compartir su duelo, aunque no conocieran el motivo. Poco a poco fue incorporando a su llanto hipidos, sollozos, suspiros y gemidos. Y para casos especiales incluso el crujir de dientes. Cuidando siempre modulación, cadencia y armonía, y adecuándolos a las circunstancias del finado. No era lo mismo un funeral por un niño fallecido en accidente que el de un nonagenario tras penosa y larga enfermedad. Sabía graduar tonos agudos y bajos en función de la personalidad del difunto. No había velatorio de postín que se preciara al que no fuera llamada. En su entierro, sin embargo, no hubo lágrimas, a pesar de que era muy apreciada y querida. Nadie habría podido soportar la comparación.



(Relato seleccionado en el VIII Concurso Colectivo M. Peláez).

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