lunes, 8 de julio de 2019

IMPOSTURAS

Precisamente el año en que se cumplía mi centenario, una tarde de julio, desde la privilegiada posición que siempre ocupé, lo vi aparecer por Las Ramblas. Vestía ropas medievales, melenita corta y maquillaje en bronce. No tardó en disponer un par de cajones en el suelo sobre los que se encaramó. Mientras en su mano izquierda llevaba lo que parecía una carta de navegación, alzó su brazo derecho y extendió el índice señalando hacia las Américas. Se mantuvo inmóvil en un burdo y grosero intento de imitarme. La idea tuvo éxito, y una multitud, que no recuerdo haber visto a mis pies en un siglo, se agolpaba a observarlo y llenaba de monedas los alrededores de su pedestal. Ofendido y humillado por tanta desconsideración e ingratitud, después de cien años de altruista y paciente pose, descendí los cincuenta metros de mi monolito y me marché a Italia a celebrar la efemérides con mi familia, a la que llevaba tiempo sin visitar.



(Relato finalista en El Roblón).

No hay comentarios:

Publicar un comentario