Que Rosario Camuñas estuviera divorciada y sin hijos, que apareciera poco por la parroquia, que aún conservara una buena figura y que todas las semanas se desplazara a la capital en La Sepulvedana –a veces por tres o cuatro días–, levantó todo tipo de comentarios. Suele pasar en los pueblos en los que todos se conocen. Las conjeturas oscilaban entre si él sería casado o no, si tendría barba o sería barbilampiño, si quién le llevaba años a quién… Solo disminuyeron cuando se dieron cuenta de que Rosario había perdido peso. Y de que se le estaba cayendo el pelo.
(Relato finalista en el concurso Wonderland, de Radio4).
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