No es que lo estuvieran esperando ni que tuvieran nada preparado, pero el día que murió don Marcelo el pueblo entero estalló en fiestas. Desde entonces, todas las noches hay verbenas hasta el amanecer, por las mañanas pasacalles y charangas. Cohetes, petardos y tracas recuerdan constantemente la buena nueva; el día que no desfilan las carrozas lo hacen las majorettes o actúan los titiriteros en la plaza de la iglesia. Se organizan macroconciertos los días pares y botellones los impares. Las oficinas municipales están cerradas y los comercios solo abren una hora al día. Y ya va para tres años.
(Relato finalista en el concurso Wonderland, de Radio4).
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