Ya corría la segunda mitad del siglo XIX, cuando la revista de mayor prestigio en los ambientes artísticos y culturales de la época, publicaba en sus páginas centrales la reseña de la última obra de un autor ya consagrado aunque desconocido en los círculos sociales del país.
Firmada por el propio director, se extendía en frases laudatorias hacia el estilo sencillo y pedagógico de su novela, hacia la viril defensa de los valores morales y sociales del país, y hacia la aguda y certera descripción de las costumbres más arraigadas en la vida cotidiana de los andaluces. Terminaba el artículo proclamando que «El escritor hace con esta obra justo honor a su apellido, mereciendo ya ser considerado como Caballero insigne de las letras españolas».
En su casa de Sevilla, leía estas palabras con complacencia, pero también con cierto regusto de amargura, doña Cecilia Böhl de Faber, quien, para poder lograr la difusión de sus creaciones literarias, mostraba desde hacía años una aparente masculinidad firmando con el seudónimo de Fernán Caballero para quien, sin tan siquiera saberlo, ejercía de negra.
No recuerdo bien si la cabecera de aquella revista era Blanco y Negro.
(Relato presentado al concurso del blog Esta Noche Te Cuento. Tema: Blanco y negro).

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