En su prédica más dramática y solemne, ante miles de enfervorizados fieles, el admirado profeta anunció el fin del mundo para el penúltimo día del mes. Torrentes de sollozos, oleadas de gritos compungidos y lluvias de lamentos inundaron el templo. Solo el hermano Eliseo mantuvo el temple suficiente para acercarse al predicador y, discretamente, preguntar si el apocalipsis tendría lugar por la mañana o por la tarde.
–¡Qué más da, impío pecador! –bramó el orador– ¡Arrepiéntete de tus pecados y pon tu alma en paz con Dios!
Sin embargo, Eliseo seguía preocupado por su cita con el médico de cabecera.
(Relato presentado al concurso Relatos con Banda Sonora, de la SER).
No hay comentarios:
Publicar un comentario