Ese año, los de la Peña Deportivista anunciaron que participarían en la Festa da Tortilla con una pieza para ochocientos comensales. En principio, bares y restaurantes recelaron porque entendían que se desvirtuaría la competición. También las autoridades sanitarias advirtieron de los riesgos de intoxicación masiva por salmonelosis si algún huevo se encontrara en mal estado. Por si faltaba poco, el Partido Animalista se quejó por la sobreexplotación que la ocurrencia supondría para las gallinas de la comarca. Otros problemas se solventaron con voluntad e imaginación. Iago Touriño, musculoso y campechano, fabricó en su herrería una sartén de tres metros de diámetro, y Bieito Loureiro, manitas y soñador, adaptó copa, ángulo de disparo y tensión de tirantes de una antigua catapulta romana, para las maniobras de volteo. No ganaron el concurso, pero el jurado reconoció que para hacer aquel tortillón la peña tuvo que echarle muchos huevos.
(Relato presentado al concurso de la Microquedada de Galicia de 2019).
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